Doctora, que a mí el estrés me engorda...
Estás
fumando más de lo habitual? Tiendes a picotear por la tarde dulces o chocolate?
Tienes problemas para dormir? Has perdido el deseo sexual? Te sudan más las
manos? Tienes cambios de humor repentinos? Estás impaciente, irritable? Te
levantas cansad@? Eres menos efectiv@ en la resolución del trabajo? Sufres
pérdida de memoria, te cuesta concentrarte? Has aumentado de peso últimamente?
Estos
son algunos de los síntomas de la epidemia
del siglo XXI: el estrés.
Es
normal que en un momento puntual todos pasemos por situaciones familiares,
profesionales o emocionales que nos desborden. Nuestro organismo tiene una
respuesta a un estrés pasajero y nos hace capaces de superarlo. La adrenalina y
el magnesio que sintetizamos se encargan de encajarlo.
Pero
cuando una situación estresante afecta a varias áreas de nuestra vida
(profesional, familiar, afectiva) y dura más de tres semanas se produce un
aumento del cortisol, hormona del
estrés que va a provocar una serie de desequilibrios que van desde trastornos de piel (dermatitis,
alopecias, acné...) a trastornos del sistema endocrino (tiroiditis, pérdida de
la libido, infertilidad...) y del sistema inmunitario (hiperpermeabilidad
intestinal, intolerancias alimentarias, vitíligos...)
En
primer lugar va a haber una mayor pérdida del magnesio por orina dando como
consecuencia temblores de párpados, calambres, contracturas musculares. Los sistemas
de detoxificación no funcionan adecuadamente y a la larga se van a producir
problemas de hígado graso, resistencia a la insulina o estado prediabético,
aumento de peso, aumento de tensión arterial...Labilidad emocional, sensación
de fatiga, pérdida de interés por lo cotidiano, pérdida del placer sexual.
Llegados
a este punto hay que hacer una historia clínica completa, exploración y
analítica que confirmen aumento de cortisol, descenso de neurotransmisores
(dopamina, serotonina...) descenso de magnesio, perfil hepático, perfil tiroideo,
déficit de cofactores (vitaminas, hierro, oligoelementos...) que intervienen en
la síntesis de las hormonas del bienestar o neurotransmisores. Estudio de
permeabilidad intestinal e intolerancias alimentarias.
Después
pautaremos una dieta que favorezca la correcta asimilación de estos micronutrientes imprescindibles para la
síntesis de las hormonas del bienestar (ácidos
grasos omega- 3, magnesio, cobre, Zinc, vitaminas B y C, antioxidantes) y/o
los daremos en forma de complementos dietéticos para asegurarnos de su correcta
asimilación de forma absolutamente personalizada según el paciente. Triptófano como precursor de la serotonina
en pacientes irritables o con pulsiones por los dulces. Tirosina para los que se levantan fatigados, magnesio para los que sufren de contracturas. Hierro para los que sufren caída de cabello, uñas quebradizas, infecciones
de repetición.
Para
la sintomatología acompañante regulamos con fitoterapia: Pasiflora y Espino blanco para las palpitaciones y los “nudos en la
garganta”, Melisa para los que
sufren del sistema digestivo con espasmos, Eschscholtzia
y Valeriana para los insomnes...
Pero
lo importante es enseñar a nuestros paciente a gestionar el estrés. Solemos recomendar la práctica de la atención plena (mindfulness).
Los términos “medicina” y “meditación” proceden de
la misma raíz latina, “mederi”, que significa “curar” o “restaurar la medida
interior adecuada”. La capacidad de prestar atención es uno de los recursos
autocurativos que están inscritos en el organismo.
La
“atención plena” no es sólo una técnica. Es la actitud vital que
puede ejercitarse en cada momento y que permite existir con plenitud, en el
presente, siendo fieles a uno mismo.
Investigaciones
realizadas por Jon Kabat-Zinn en la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos)
muestran que la meditación activa la región frontal izquierda de la corteza
cerebral, relacionada con las emociones positivas y la resolución de
situaciones estresantes. La
atención plena produce no sólo cambios en los patrones de ondas cerebrales,
sino transformaciones en la estructura física del cerebro, según Sara Lazar,
neuróloga de la Universidad de Harvard (Estados Unidos). Uno de los cambios hallados es que la corteza se hace más
gruesa y densa.
La
meditación reduce
significativamente la intensidad del dolor percibido. Es eficaz en
enfermedades crónicas como la artrosis, los dolores premenstruales y los
dolores de cabeza. También resulta eficaz en los ataques de pánico, la
ansiedad, la depresión, la psoriasis, las adicciones y la hipertensión.
La práctica de la atención plena ayuda a que las
emociones se integren con los pensamientos y con las palabras, y propicia
el reconocimiento de las señales que nos envía el cuerpo. Por tanto es
también una herramienta para evitar el estrés y conservar la salud. Kabat-Zinn
subraya que las investigaciones desarrolladas en los últimos 30 años han
mostrado que la salud se relaciona con la integración armoniosa de cuerpo y
mente.
Cuando experimentamos una armonía interior, nos sentimos física, emocional
y espiritualmente más sanos.
Resumen de la conferencia “EL cortisol y los
neurotransmisores como marcadores de salud y enfermedad” presentada por la Dra.
Inma González el el XXXIV Congreso Nacional de la AEMN el 24 de Octubre
en Córdoba. © by Dra. Inma González
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