¿Quieres evitar el riesgo de romperte como si fueras
de cristal?
La
idea de que el calcio que consumimos
se fija en los huesos es uno de los
mitos más arraigados y peligrosos que existen en el campo de la salud.
En realidad, el calcio alimenticio no tiene ningún motivo para querer penetrar en los huesos…
Lo que hace, y muy a menudo, es mucho más sencillo: entra en la sangre y se deposita en las arterias. Allí se une al colesterol, a las plaquetas sanguíneas y a otros compuestos para formar una placa cada vez más rígida y gruesa a la que llamamos “ateroma” o “placa de ateroma”.
Cuando esta placa se expande, las arterias se vuelven (casi) tan rígidas como la caliza y tú parecerás, ojo al dato, ¡un arrecife de coral andante!
El cardiólogo te dirá que tienes aterioesclerosis y que puedes morir de un infarto o de un ictus o accidente cerebrovascular en cualquier momento (lo que será cierto).
Te impondrá seguir una dieta aburrida a base de verduras cocidas y cereales integrales sin materia grasa, así como también tomar comprimidos de estatinas que producen dolores musculares y pérdida de memoria. También te dirá que haga deporte, lo que es extremadamente doloroso cuando se tienen las arterias “tocadas”. Y todo ello sin tener la mínima garantía de que tus problemas se solucionarán. Todo lo contrario; por lo general dicha dieta desembocará, tarde o temprano, en un bypass coronario, el implante de una endoprótesis y, posteriormente, la muerte.
Según un estudio aparecido en 2010 en la gran revista médica British Medical Journal, las personas que estuvieran tomando un suplemento alimenticio de calcio tendrían un riesgo mayor de sufrir un ataque al corazón. (1)
Y lo que es peor, durante ese tiempo los huesos estarían perdiendo más y más calcio, lo que los debilitan (osteopenia), volviéndolos después porosos (osteoporosis). Al menor golpe, corren el riesgo de romperse como un vaso de cristal en la zona de la muñeca o el cuello del fémur.
Por tanto resulta fundamental actuar lo antes posible para que el calcio alimenticio se redirija hacia el lugar adecuado. En otras palabras: que vaya a los huesos, y no a las arterias. Para entender cómo se puede evitar este terrible fenómeno, hace falta en primer lugar que te recuerde algunas ideas básicas que debe conocer sobre los huesos.
En realidad, el calcio alimenticio no tiene ningún motivo para querer penetrar en los huesos…
Lo que hace, y muy a menudo, es mucho más sencillo: entra en la sangre y se deposita en las arterias. Allí se une al colesterol, a las plaquetas sanguíneas y a otros compuestos para formar una placa cada vez más rígida y gruesa a la que llamamos “ateroma” o “placa de ateroma”.
Cuando esta placa se expande, las arterias se vuelven (casi) tan rígidas como la caliza y tú parecerás, ojo al dato, ¡un arrecife de coral andante!
El cardiólogo te dirá que tienes aterioesclerosis y que puedes morir de un infarto o de un ictus o accidente cerebrovascular en cualquier momento (lo que será cierto).
Te impondrá seguir una dieta aburrida a base de verduras cocidas y cereales integrales sin materia grasa, así como también tomar comprimidos de estatinas que producen dolores musculares y pérdida de memoria. También te dirá que haga deporte, lo que es extremadamente doloroso cuando se tienen las arterias “tocadas”. Y todo ello sin tener la mínima garantía de que tus problemas se solucionarán. Todo lo contrario; por lo general dicha dieta desembocará, tarde o temprano, en un bypass coronario, el implante de una endoprótesis y, posteriormente, la muerte.
Según un estudio aparecido en 2010 en la gran revista médica British Medical Journal, las personas que estuvieran tomando un suplemento alimenticio de calcio tendrían un riesgo mayor de sufrir un ataque al corazón. (1)
Y lo que es peor, durante ese tiempo los huesos estarían perdiendo más y más calcio, lo que los debilitan (osteopenia), volviéndolos después porosos (osteoporosis). Al menor golpe, corren el riesgo de romperse como un vaso de cristal en la zona de la muñeca o el cuello del fémur.
Por tanto resulta fundamental actuar lo antes posible para que el calcio alimenticio se redirija hacia el lugar adecuado. En otras palabras: que vaya a los huesos, y no a las arterias. Para entender cómo se puede evitar este terrible fenómeno, hace falta en primer lugar que te recuerde algunas ideas básicas que debe conocer sobre los huesos.
Nociones básicas sobre los huesos
Los huesos están formados por una
matriz (es decir, una estructura) de colágeno sobre la que se fijan minerales. Piensa en el hormigón armado:
los hierros representan el colágeno y el hormigón representa los minerales.
El colágeno proporciona a los huesos flexibilidad. Los minerales (calcio, magnesio, fósforo, silicio) proporcionan solidez. Sin la estructura de colágeno, que es flexible, nuestros huesos se romperían fácilmente.
Las células de nuestro cuerpo se renuevan constantemente, incluidas las de los huesos. Las células viejas deben reabsorberse para dejar sitio a las nuevas. Para los huesos, los osteoclastos aseguran esta función, pues se van “comiendo” a las células viejas.
En el caso de las mujeres, las hormonas femeninas (los estrógenos) son las que controlan la actividad de los osteoclastos. Durante la menopausia, el descenso del nivel de estrógenos puede generar problemas: los osteoclastos se activan demasiado, destruyen demasiadas células óseas y los huesos se empiezan a parecer a las esponjas, llenos de pequeños agujeros.
La progesterona, otra hormona femenina, ayuda a producir nuevas células óseas, que llamamos osteoblastos, para llenar los agujeros creados por la reabsorción de las células viejas. Pero cuando se deja de ovular, la producción de progesterona ovárica cesa por completo, por lo que los osteoblastos funcionan entonces peor.
Para frenar la pérdida ósea, los especialistas recomiendan a las mujeres consumir más productos lácteos, que son ricos en calcio, y tomar suplementos de calcio. Pero este calcio que contienen los alimentos o consumido en forma de suplemento alimenticio corre el peligro de depositarse en las arterias, como ya hemos visto, aunque también en los demás tejidos, provocando rigidez articular, cálculos renales (piedras en el riñón), cálculos biliares, y muchos otros problemas de salud.
El colágeno proporciona a los huesos flexibilidad. Los minerales (calcio, magnesio, fósforo, silicio) proporcionan solidez. Sin la estructura de colágeno, que es flexible, nuestros huesos se romperían fácilmente.
Las células de nuestro cuerpo se renuevan constantemente, incluidas las de los huesos. Las células viejas deben reabsorberse para dejar sitio a las nuevas. Para los huesos, los osteoclastos aseguran esta función, pues se van “comiendo” a las células viejas.
En el caso de las mujeres, las hormonas femeninas (los estrógenos) son las que controlan la actividad de los osteoclastos. Durante la menopausia, el descenso del nivel de estrógenos puede generar problemas: los osteoclastos se activan demasiado, destruyen demasiadas células óseas y los huesos se empiezan a parecer a las esponjas, llenos de pequeños agujeros.
La progesterona, otra hormona femenina, ayuda a producir nuevas células óseas, que llamamos osteoblastos, para llenar los agujeros creados por la reabsorción de las células viejas. Pero cuando se deja de ovular, la producción de progesterona ovárica cesa por completo, por lo que los osteoblastos funcionan entonces peor.
Para frenar la pérdida ósea, los especialistas recomiendan a las mujeres consumir más productos lácteos, que son ricos en calcio, y tomar suplementos de calcio. Pero este calcio que contienen los alimentos o consumido en forma de suplemento alimenticio corre el peligro de depositarse en las arterias, como ya hemos visto, aunque también en los demás tejidos, provocando rigidez articular, cálculos renales (piedras en el riñón), cálculos biliares, y muchos otros problemas de salud.
La indispensable vitamina D
Tras
haberse concienciado del problema, numerosos médicos recomiendan hoy en día tomar vitamina D para ayudar a asimilar el
calcio.
Se trata de un paso en la buena dirección, ya que la vitamina D interviene ayudando al calcio y al fósforo a ser absorbidos por el intestino. Sin la vitamina D, después de haber recorrido el tubo digestivo, se irían directamente por el retrete…
Pero la acción de la vitamina D es doblemente importante, ya que además de ayudar al intestino a absorber el calcio y el fósforo, ayuda a los riñones a deshacerse de ellos, bajo los efectos de la hormona PTH (que es la hormona paratiroidea o parathormona, producida por las glándulas paratiroides y que regula la homeostasis del calcio y el fósforo). Fíjate sin embargo que esta segunda función es fundamental, ya que unas concentraciones demasiado altas en la sangre de fósforo y calcio de forma simultánea pueden provocar la formación de fosfatos de calcio, cristales que podrían obstruir los capilares (mini vasos sanguíneos que irrigan órganos y tejidos).
El problema entonces es el siguiente: una vez que el calcio ha pasado a la sangre gracias a la vitamina D, ¿qué hay que hacer para que no sea eliminado por los riñones (desapareciendo después con la orina), ni depositado en los tejidos, en particular en las arterias, sino para que de verdad se fije en los huesos?
Pues bien, la solución está en tomar, a la vez que calcio y vitamina D, vitamina K2.
Se trata de un paso en la buena dirección, ya que la vitamina D interviene ayudando al calcio y al fósforo a ser absorbidos por el intestino. Sin la vitamina D, después de haber recorrido el tubo digestivo, se irían directamente por el retrete…
Pero la acción de la vitamina D es doblemente importante, ya que además de ayudar al intestino a absorber el calcio y el fósforo, ayuda a los riñones a deshacerse de ellos, bajo los efectos de la hormona PTH (que es la hormona paratiroidea o parathormona, producida por las glándulas paratiroides y que regula la homeostasis del calcio y el fósforo). Fíjate sin embargo que esta segunda función es fundamental, ya que unas concentraciones demasiado altas en la sangre de fósforo y calcio de forma simultánea pueden provocar la formación de fosfatos de calcio, cristales que podrían obstruir los capilares (mini vasos sanguíneos que irrigan órganos y tejidos).
El problema entonces es el siguiente: una vez que el calcio ha pasado a la sangre gracias a la vitamina D, ¿qué hay que hacer para que no sea eliminado por los riñones (desapareciendo después con la orina), ni depositado en los tejidos, en particular en las arterias, sino para que de verdad se fije en los huesos?
Pues bien, la solución está en tomar, a la vez que calcio y vitamina D, vitamina K2.
La vitamina secreta que lleva el calcio a los
huesos:
En un estudio clínico controlado, 172 mujeres con osteoporosis se dividieron de manera aleatoria en cuatro grupos y las de cada uno de ellos recibieron diariamente y durante 24 meses: vitamina K2 (45 mg/día), vitamina D3, las dos vitaminas o bien un placebo.
Al cabo de 18-24 meses, la densidad mineral ósea era significativamente más alta en el grupo K2 que en el del placebo. Además, se comprobó que la asociación de las vitaminas K2 y D3 era más eficaz que cada una de ellas por separado. (2)
Estos resultados fueron confirmados por otro estudio:
De manera aleatoria se dividió en cuatro grupos a 92 mujeres con menopausia y edades comprendidas entre los 55 y los 81 años y se les suministró diariamente vitamina K2 (45mg), vitamina D (0,75 mcg), una combinación de las dos o lactato de calcio (2 g). Al cabo de dos años, la densidad mineral ósea de los grupos de vitamina K2 y vitamina D se había incrementado en comparación con la del grupo a base de calcio, mientras que el tratamiento combinado había actuado de forma sinérgica generando un aumento significativo de la densidad mineral ósea del 1,35%. (3)
No te olvides del resto de “ladrillos” necesarios
para la construcción de los huesos:
Aún
así, deberás tener cuidado, porque para
funcionar bien la vitamina K2 requiere un nivel adecuado de magnesio, silicio,
ácido graso omega-3 y elementos esenciales (zinc, cobre y oligoelementos)
que forman parte de la composición química de los huesos.
· el magnesio se encuentra en gran cantidad en el trigo sarraceno, las almendras y el
chocolate negro (recomiendo el chocolate con un 70% mínimo de cacao).
· la vitamina
C, en las frutas y verduras frescas.
· el silicio
se encuentra en la cola de caballo y la
ortiga (esta solución se vende en tiendas ecológicas), así como en los pimientos, la alfalfa, la avena y los
tomates.
· los omegas-3
en los pescados azules, el aceite de coco, la verdolaga y los huevos de pollos
alimentados con semillas de linaza.
· los oligoelementos
en el agua mineral, en las sales de Shüssler y en el Suero Quinton.
Observa
también que la K de la vitamina K2 procede de Koagulation (coagulación en danés, como homenaje al primer
científico que habló de ella, que era de nacionalidad danesa), ya que coagula
la sangre. Por eso, las personas que
siguen un tratamiento con anticoagulantes (sintrón) no deben tomar entonces
suplementos de vitamina K2.
Tira y empuja de tus huesos:
Por
último, es fundamental hacer ejercicio
físico, es decir, ejercer tensión y
presión sobre nuestros huesos. Porque
los huesos, al igual que los músculos, se endurecen cuando se los somete a
ejercicio regular. De esta manera, correr refuerza los huesos, mientras que
nadar no tiene ningún efecto. Y cuando se está tirado en el sofá, los huesos se debilitan.
A moverse!
Fuente: Juan-M. Dupuis
Bibliografía:
A moverse!
Fuente: Juan-M. Dupuis
Bibliografía:
1. BMJ 2010; 341
doi: http://dx.doi.org/10.1136/bmj.c3691
2.Ushiroyama T. et
al., Effect of
continuous combined therapy with vitamin K2 and vitamin D3 on bone mineral
density and coagulofibrinolys function in postmenopausal women, Maturitas,
2002, 41:211-221.
3.Iwamoto I. et
al., Treatment with
vitamin D3 and/or vitamin K2 for postmenopausal women with osteoporosis, Keio J. Med.,
2003, 52: 147-150.
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