miércoles, 28 de octubre de 2015

Doctora, que a mí el estrés me engorda...

Doctora, que a mí el estrés me engorda...

Estás fumando más de lo habitual? Tiendes a picotear por la tarde dulces o chocolate? Tienes problemas para dormir? Has perdido el deseo sexual? Te sudan más las manos? Tienes cambios de humor repentinos? Estás impaciente, irritable? Te levantas cansad@? Eres menos efectiv@ en la resolución del trabajo? Sufres pérdida de memoria, te cuesta concentrarte? Has aumentado de peso últimamente?





Estos son algunos de los síntomas de la epidemia del siglo XXI: el estrés.


Es normal que en un momento puntual todos pasemos por situaciones familiares, profesionales o emocionales que nos desborden. Nuestro organismo tiene una respuesta a un estrés pasajero y nos hace capaces de superarlo. La adrenalina y el magnesio que sintetizamos se encargan de encajarlo.




Pero cuando una situación estresante afecta a varias áreas de nuestra vida (profesional, familiar, afectiva) y dura más de tres semanas se produce un aumento del cortisol, hormona del estrés que va a provocar una serie de desequilibrios que van desde trastornos de piel (dermatitis, alopecias, acné...) a trastornos del sistema endocrino (tiroiditis, pérdida de la libido, infertilidad...) y del sistema inmunitario (hiperpermeabilidad intestinal, intolerancias alimentarias, vitíligos...)




En primer lugar va a haber una mayor pérdida del magnesio por orina dando como consecuencia temblores de párpados, calambres, contracturas musculares. Los sistemas de detoxificación no funcionan adecuadamente y a la larga se van a producir problemas de hígado graso, resistencia a la insulina o estado prediabético, aumento de peso, aumento de tensión arterial...Labilidad emocional, sensación de fatiga, pérdida de interés por lo cotidiano, pérdida del placer sexual.



Llegados a este punto hay que hacer una historia clínica completa, exploración y analítica que confirmen aumento de cortisol, descenso de neurotransmisores (dopamina, serotonina...) descenso de magnesio, perfil hepático, perfil tiroideo, déficit de cofactores (vitaminas, hierro, oligoelementos...) que intervienen en la síntesis de las hormonas del bienestar o neurotransmisores. Estudio de permeabilidad intestinal e intolerancias alimentarias.

Después pautaremos una dieta que favorezca la correcta asimilación de estos micronutrientes imprescindibles para la síntesis de las hormonas del bienestar (ácidos grasos omega- 3, magnesio, cobre, Zinc, vitaminas B y C, antioxidantes) y/o los daremos en forma de complementos dietéticos para asegurarnos de su correcta asimilación de forma absolutamente personalizada según el paciente. Triptófano como precursor de la serotonina en pacientes irritables o con pulsiones por los dulces. Tirosina para los que se levantan fatigados, magnesio para los que sufren de contracturas. Hierro para los que sufren caída de cabello, uñas quebradizas, infecciones de repetición.

Para la sintomatología acompañante regulamos con fitoterapia: Pasiflora y Espino blanco para las palpitaciones y los “nudos en la garganta”, Melisa para los que sufren del sistema digestivo con espasmos, Eschscholtzia y Valeriana para los insomnes...



Pero lo importante es enseñar a nuestros paciente a gestionar el estrés. Solemos recomendar la práctica de la atención plena (mindfulness).

Los términos “medicina” y “meditación” proceden de la misma raíz latina, “mederi”, que significa “curar” o “restaurar la medida interior adecuada”. La capacidad de prestar atención es uno de los recursos autocurativos que están inscritos en el organismo. 

La “atención plena” no es sólo una técnica. Es la actitud vital que puede ejercitarse en cada momento y que permite existir con plenitud, en el presente, siendo fieles a uno mismo. 
Investigaciones realizadas por Jon Kabat-Zinn en la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos) muestran que la meditación activa la región frontal izquierda de la corteza cerebral, relacionada con las emociones positivas y la resolución de situaciones estresantes. La atención plena produce no sólo cambios en los patrones de ondas cerebrales, sino transformaciones en la estructura física del cerebro, según Sara Lazar, neuróloga de la Universidad de Harvard (Estados Unidos). Uno de los cambios hallados es que la corteza se hace más gruesa y densa.

La meditación reduce significativamente la intensidad del dolor percibido. Es eficaz en enfermedades crónicas como la artrosis, los dolores premenstruales y los dolores de cabeza. También resulta eficaz en los ataques de pánico, la ansiedad, la depresión, la psoriasis, las adicciones y la hipertensión.


La práctica de la atención plena ayuda a que las emociones se integren con los pensamientos y con las palabras, y propicia el reconocimiento de las señales que nos envía el cuerpo. Por tanto es también una herramienta para evitar el estrés y conservar la salud. Kabat-Zinn subraya que las investigaciones desarrolladas en los últimos 30 años han mostrado que la salud se relaciona con la integración armoniosa de cuerpo y mente.

Cuando experimentamos una armonía interior, nos sentimos física, emocional y espiritualmente más sanos.       




Resumen de la conferencia “EL cortisol y los neurotransmisores como marcadores de salud y enfermedad” presentada por la Dra. Inma González el el XXXIV Congreso Nacional de la AEMN el 24 de Octubre en Córdoba. © by Dra. Inma González

miércoles, 14 de octubre de 2015

Osteoporosis, lo mejor es prevenir...

¿Quieres evitar el riesgo de romperte como si fueras de cristal?

La idea de que el calcio que consumimos se fija en los huesos es uno de los mitos más arraigados y peligrosos que existen en el campo de la salud.





En realidad, el calcio alimenticio no tiene ningún motivo para querer penetrar en los huesos…

Lo que hace, y muy a menudo, es mucho más sencillo: entra en la sangre y se deposita en las arterias. Allí se une al colesterol, a las plaquetas sanguíneas y a otros compuestos para formar una placa cada vez más rígida y gruesa a la que llamamos “ateroma” o “placa de ateroma”.





Cuando esta placa se expande, las arterias se vuelven (casi) tan rígidas como la caliza y tú parecerás, ojo al dato, ¡un arrecife de coral andante!

El cardiólogo te dirá que tienes aterioesclerosis y que puedes morir de un infarto o de un ictus o accidente cerebrovascular en cualquier momento (lo que será cierto).




Te impondrá seguir una dieta aburrida a base de verduras cocidas y cereales integrales sin materia grasa, así como también tomar comprimidos de estatinas que producen dolores musculares y pérdida de memoria. También te dirá que haga deporte, lo que es extremadamente doloroso cuando se tienen las arterias “tocadas”. Y todo ello sin tener la mínima garantía de que tus problemas se solucionarán. Todo lo contrario; por lo general dicha dieta desembocará, tarde o temprano, en un bypass coronario, el implante de una endoprótesis y, posteriormente, la muerte.





Según un estudio aparecido en 2010 en la gran revista médica British Medical Journal, las personas que estuvieran tomando un suplemento alimenticio de calcio tendrían un riesgo mayor de sufrir un ataque al corazón. (1)

Y lo que es peor, durante ese tiempo los huesos estarían perdiendo más y más calcio, lo que los debilitan (osteopenia), volviéndolos después porosos (osteoporosis). Al menor golpe, corren el riesgo de romperse como un vaso de cristal en la zona de la muñeca o el cuello del fémur.

Por tanto resulta fundamental actuar lo antes posible para que el calcio alimenticio se redirija hacia el lugar adecuado. En otras palabras: que vaya a los huesos, y no a las arterias. Para entender cómo se puede evitar este terrible fenómeno, hace falta en primer lugar que te recuerde algunas ideas básicas que debe conocer sobre los huesos.


Nociones básicas sobre los huesos

Los huesos están formados por una matriz (es decir, una estructura) de colágeno sobre la que se fijan minerales. Piensa en el hormigón armado: los hierros representan el colágeno y el hormigón representa los minerales.

El colágeno proporciona a los huesos flexibilidad. Los minerales (calcio, magnesio, fósforo, silicio) proporcionan solidez. Sin la estructura de colágeno, que es flexible, nuestros huesos se romperían fácilmente.





Las células de nuestro cuerpo se renuevan constantemente, incluidas las de los huesos. Las células viejas deben reabsorberse para dejar sitio a las nuevas. Para los huesos, los osteoclastos aseguran esta función, pues se van “comiendo” a las células viejas.



En el caso de las mujeres, las hormonas femeninas (los estrógenos) son las que controlan la actividad de los osteoclastos. Durante la menopausia, el descenso del nivel de estrógenos puede generar problemas: los osteoclastos se activan demasiado, destruyen demasiadas células óseas y los huesos se empiezan a parecer a las esponjas, llenos de pequeños agujeros.








La progesterona, otra hormona femenina, ayuda a producir nuevas células óseas, que llamamos osteoblastos, para llenar los agujeros creados por la reabsorción de las células viejas. Pero cuando se deja de ovular, la producción de progesterona ovárica cesa por completo, por lo que los osteoblastos funcionan entonces peor.





Para frenar la pérdida ósea, los especialistas recomiendan a las mujeres consumir más productos lácteos, que son ricos en calcio, y tomar suplementos de calcio. Pero este calcio que contienen los alimentos o consumido en forma de suplemento alimenticio corre el peligro de depositarse en las arterias, como ya hemos visto, aunque también en los demás tejidos, provocando rigidez articular, cálculos renales (piedras en el riñón), cálculos biliares, y muchos otros problemas de salud.


La indispensable vitamina D

Tras haberse concienciado del problema, numerosos médicos recomiendan hoy en día tomar vitamina D para ayudar a asimilar el calcio.

Se trata de un paso en la buena dirección, ya que la vitamina D interviene ayudando al calcio y al fósforo a ser absorbidos por el intestino. Sin la vitamina D, después de haber recorrido el tubo digestivo, se irían directamente por el retrete…





Pero la acción de la vitamina D es doblemente importante, ya que además de ayudar al intestino a absorber el calcio y el fósforo, ayuda a los riñones a deshacerse de ellos, bajo los efectos de la hormona PTH (que es la hormona paratiroidea o parathormona, producida por las glándulas paratiroides y que regula la homeostasis del calcio y el fósforo). Fíjate sin embargo que esta segunda función es fundamental, ya que unas concentraciones demasiado altas en la sangre de fósforo y calcio de forma simultánea pueden provocar la formación de fosfatos de calcio, cristales que podrían obstruir los capilares (mini vasos sanguíneos que irrigan órganos y tejidos).

El problema entonces es el siguiente: una vez que el calcio ha pasado a la sangre gracias a la vitamina D, ¿qué hay que hacer para que no sea eliminado por los riñones (desapareciendo después con la orina), ni depositado en los tejidos, en particular en las arterias, sino para que de verdad se fije en los huesos?

Pues bien, la solución está en tomar, a la vez que calcio y vitamina D, vitamina K2.

La vitamina secreta que lleva el calcio a los huesos:


La vitamina K2 es un cofactor que regula la unión de la osteocalcina con la hidroxiapatita, lo que da mayor solidez al hueso. La osteocalcina es una proteína producida por los osteoblastos encargados de regenerar el hueso.



En un estudio clínico controlado, 172 mujeres con osteoporosis se dividieron de manera aleatoria en cuatro grupos y las de cada uno de ellos recibieron diariamente y durante 24 meses: vitamina K2 (45 mg/día), vitamina D3, las dos vitaminas o bien un placebo.

Al cabo de 18-24 meses, la densidad mineral ósea era significativamente más alta en el grupo K2 que en el del placebo. Además, se comprobó que la asociación de las vitaminas K2 y D3 era más eficaz que cada una de ellas por separado. (2)

Estos resultados fueron confirmados por otro estudio:

De manera aleatoria se dividió en cuatro grupos a 92 mujeres con menopausia y edades comprendidas entre los 55 y los 81 años y se les suministró diariamente vitamina K2 (45mg), vitamina D (0,75 mcg), una combinación de las dos o lactato de calcio (2 g). Al cabo de dos años, la densidad mineral ósea de los grupos de vitamina K2 y vitamina D se había incrementado en comparación con la del grupo a base de calcio, mientras que el tratamiento combinado había actuado de forma sinérgica generando un aumento significativo de la densidad mineral ósea del 1,35%. (3)


No te olvides del resto de “ladrillos” necesarios para la construcción de los huesos:


Aún así, deberás tener cuidado, porque para funcionar bien la vitamina K2 requiere un nivel adecuado de magnesio, silicio, ácido graso omega-3 y elementos esenciales (zinc, cobre y oligoelementos) que forman parte de la composición química de los huesos.





·  el magnesio se encuentra en gran cantidad en el trigo sarraceno, las almendras y el chocolate negro (recomiendo el chocolate con un 70% mínimo de cacao).
·  la vitamina C, en las frutas y verduras frescas.
·  el silicio se encuentra en la cola de caballo y la ortiga (esta solución se vende en tiendas ecológicas), así como en los pimientos, la alfalfa, la avena y los tomates.
·  los omegas-3 en los pescados azules, el aceite de coco, la verdolaga y los huevos de pollos alimentados con semillas de linaza.
·  los oligoelementos en el agua mineral, en las sales de Shüssler y en el Suero Quinton.
Observa también que la K de la vitamina K2 procede de Koagulation (coagulación en danés, como homenaje al primer científico que habló de ella, que era de nacionalidad danesa), ya que coagula la sangre. Por eso, las personas que siguen un tratamiento con anticoagulantes (sintrón) no deben tomar entonces suplementos de vitamina K2.


Tira y empuja de tus huesos:

Por último, es fundamental hacer ejercicio físico, es decir, ejercer tensión y presión sobre nuestros huesos. Porque los huesos, al igual que los músculos, se endurecen cuando se los somete a ejercicio regular. De esta manera, correr refuerza los huesos, mientras que nadar no tiene ningún efecto. Y cuando se está tirado en el sofá, los huesos se debilitan.




A moverse!

Fuente: Juan-M.  Dupuis
 



Bibliografía:


1. BMJ 2010; 341 doi: http://dx.doi.org/10.1136/bmj.c3691
2.Ushiroyama T. et al., Effect of continuous combined therapy with vitamin K2 and vitamin D3 on bone mineral density and coagulofibrinolys function in postmenopausal women, Maturitas, 2002, 41:211-221.
3.Iwamoto I. et al., Treatment with vitamin D3 and/or vitamin K2 for postmenopausal women with osteoporosis, Keio J. Med., 2003, 52: 147-150.